La idea de que le dedicamos más tiempo a aquello que nos gusta hacer parece razonable, pero es interesante preguntarse si la causalidad no va en dirección contraria: dedicarle el tiempo suficiente a algo es lo que hace que nos guste.
Como con la atención, no presto atención a aquello que me importa, me importa aquello a lo que le presto atención.
Cuando conocí esta idea, durante la formación para ser instructora del curso “CEB” (Cultivando el equilibrio emocional) en 2016, me resultó liberadora e inquietante a la vez.
Liberadora porque me hizo pensar que cultivar algo que creo que merece la pena haría que cada vez me sientiera mejor al hacerlo, creando un círculo virtuoso. Pero también inquietante, por todo aquello a lo que le dedicaba tiempo que, no sólo no merecía la pena, sino que sabía que me hacía daño.
Cinco años después, esta pregunta, junto con una pandemia y otras condiciones, me ha llevado a cambiar mi trabajo de veinte años. Ahora tengo más tiempo y energía para dedicarme a mi proyecto de coaching, cursos, comunicacion, meditación, … lo que llamo “epimeleia” (cuidar de uno mismo).
Con la brújula de estar al servicio de los demás y del mundo como guía; para no ceder a otros impulsos, viejos compañeros de viaje, que sé que no llevan a buen puerto.
Porque ahora tengo claro cristalino que lo que cultive hoy será lo que estará presente mañana. Y que no es que le dedique tiempo a lo que me importa, es que me importa aquello a lo que le dedico tiempo.
… lo que me lleva a formular una pregunta … pero en voz baja … que la respuesta puede generar un tsunami: ¿Qué quieres que sea importante en tu vida?
