El martes 21 de febrero tuve la oportunidad de asistir a la charla que ofrecía IESE, “Las claves para la automotivación en el trabajo” de Pablo Maella. Fue una charla básica y clara que cubrió, en mi opinión, buena parte de lo que conoce la psicología actual sobre el tema. Es por eso que será imposible en un solo post tirar de todos los hilos que nos ofreció, así que nos centraremos en algunos. Estructuró la charla en diez puntos.
- Aceptar la realidad y a los demás tal y como son
- Conocernos y aceptarnos, con nuestras fortalezas y debilidades
- No quejarnos
- Estar agradecidos y valorar lo que tenemos
- Adoptar una actitud positiva ante los acontecimientos.
- Establecer retos y metas relevantes.
- Dar el mayor sentido posible a todo lo que hacemos.
- Ser proactivos en vez de pasivos.
- Poner ilusión y, cuando no la tenemos, apoyarnos en la responsabilidad.
- Ser tenaces y perseverantes a la hora de conseguir nuestras metas.
Antes de comentar alguno de ellos me adelanto a la pregunta, formulada con un tono de “sí hombre”, de “¿Y por qué necesito yo automotivarme? ¿Para que la empresa se beneficie aún más de mi trabajo?”. La respuesta es “Mmmmm. Nop. El/la que más se beneficia de la automotivación eres tú mism@. La empresa también. Pero sobretodo tú mism@”. Ya sé que sueno a libro de autoayuda pagado por la empresa, vade retro, pero espero poder argumentar esta idea a lo largo del post.
“Conocernos y aceptarnos, con nuestras fortalezas y debilidades”. La metáfora que escogió el ponente para ejemplificar este punto me pareció especialmente acertada. Las cualidades físicas que hacen de un corredor un buen velocista, músculos poderosos con capacidad explosiva (i.e. con predominio de fibras musculares blancas, de tipo II, de contracción rápida) es precisamente lo que lo convierte en un mal corredor de fondo. Y viceversa, las cualidades físicas de un buen fondista, músculos alargados y muy resistentes (i.e. con predominio de fibras musculares rojas, de tipo I, de contracción lenta) es lo que le hacen peor velocista. Aplicado al trabajo podemos entenderlo como que fortalezas y debilidades son dos caras de una misma moneda: si soy prudente y analítico es posible que también sea más lento en la toma de decisiones, si se me da bien tomar decisiones rápidas es posible que no siempre tenga en cuenta todos los escenarios; si soy un trader valiente y decidido a la hora de abrir posiciones es probable que me fije menos en los riesgos que asumo, si soy adverso al riesgo posiblemente analice los pros y contras de cada inversión antes de decidirme por una. Es decir, para aquellos de nosotros que tenemos tendencia a focalizarnos en nuestras debilidades la idea es tener una mirada amable hacia ellas ya que posiblemente sean las que alimenten nuestras fortalezas. Y al revés, para aquellos de nosotros que tenemos tendencia a focalizarnos en las cosas que hacemos bien, la idea es no perder de vista las debilidades que implican nuestras fortalezas.
Este punto enlaza muy bien con el primero de “Aceptar la realidad y a los demás tal y como son”. Si como jefe me empeño en que el velocista de mi equipo corra maratones no sólo estoy minando su autoestima sino que no estoy optimizando el funcionamiento del equipo. Si como compañero pretendo que los demás sean como yo quiero me vuelvo ciego a las cualidades que seguro ya están mostrando ante mí.
Y hablando de ceguera, vamos a pasar al tercer punto “no quejarnos” sin olvidar el anterior. En el contexto de “aceptar la realidad y a los demás como son” el ponente citó la Primera Noble verdad de Budha, cambiándola un poco supongo que para que encajara mejor en el contexto empresarial: “la contrariedad es inherente a la naturaleza humana”. Tengo pendiente un post dedicado a las Cuatro Nobles Verdades, de momento vamos a centrarnos en la primera: existe Dukkha. Dukkha es una palabra pali que podemos traducir como sufrimiento, insatisfacción y, por qué no, contrariedad. En la existencia humana hay insatisfacción / sufrimiento / contrariedades de forma inherente. Pretender otra cosa no es realista. Así que, aceptar que siempre habrá cosas de las que quejarnos es un primer paso para no quedarnos encallados en ellas. “No existe el trabajo perfecto, no existen los colegas perfectos” remarcó Maella.
La atención es el foco que ilumina la realidad y como en ella hay de todo (bondad, maldad, eficiencia, pereza, belleza, fealdad) está en nuestra mano, con algo de entrenamiento, el iluminar un aspecto u otro. Citando a William James “Each of us literally chooses, by his way of attending to things, what sort of universe he shall appear to himself to inhabit” “Cada uno de nosotros literalmente escoge, por su forma de prestar atención a las cosas, en qué tipo de universo cree que habita”. En cada queja estamos escogiendo qué parte de la realidad ver y por tanto qué parte no ver.
Cultivar la atención es una de las actividades más útiles que podemos trabajar. Volviendo a William James: […] the faculty of voluntarily bringing back a wandering attention over and over again is the very root of judgment, character, and will. […] And education which should improve this faculty would be the education par excellence.” “la facultad de voluntariamente focalizar una atención dispersa una y otra vez está en la raíz del juicio, el carácter y la voluntad […] Una educación que mejorara está facultad sería la educación por excelencia”. En otro post hablaremos de la meditación. En relación a este hecho, Maella citó el ya clásico estudio “A wandering mind is an unhappy mind” en el que los autores encuentran que la mayoría de personas no están pensando en lo que hacen la mayor parte del tiempo y que ese hecho correlaciona positivamente con la insatisfacción.
Voy a volver un momento al punto de conocernos y aceptarnos. De hecho ya veis que más que una lista lineal en la que damos por finalizado un punto antes de pasar al siguiente, sería más útil pensar en una red, en la que todos los puntos están interrelacionados. Pues volviendo a la idea de aceptarnos, pero también relacionado con la idea de ser proactivos, ojo con caer en el pensamiento mágico que increíblemente está calando en nuestros días, del estilo de “El secreto” que por resumirlo burdamente viene a decir que el universo te dará lo que quieres si sabes pedírselo bien. En este momento de la charla, Pablo Maella nos recomendó muy acertadamente aceptar nuestras limitaciones: “¿Si quieres puedes?” La respuesta es “No”, o mejor “no siempre”. No se puede volar aunque se quiera y de presidente de Caixabank sólo hay uno. Eso no quiere decir que no sea bueno salir de la ”zona de confort”, que lo es, sino que se ha de salir con las expectativas adecuadas.
Punto que nos lleva de forma natural a establecer metas y retos relevantes. Este punto merecería un libro entero. En “El hombre en busca de sentido”, una delicia de libro por cierto, el autor, Victor Frankl, nos explica su vivencia en un campo de concentración de la Alemania nazi. De esa experiencia nació la logoterapia o terapia existencial que se basa en la idea de ayudar a los clientes a encontrar el “sentido de su vida”. Algunos hilos de los que tirar sobre lo que sabe la ciencia respecto a la felicidad los podéis encontrar en este post. Y queda pendiente dedicarle uno a la eudaimonia.
En resumen, como dice una cita falsamente atribuida a Budha y posiblemente con más acierto a Carrie Fisher, la princesa Leia: “el resentimiento es como beber un veneno y esperar que mate a otra persona”. Pues lo mismo con la falta de motivación.
Ya sabéis que me gusta acabar los posts con una anécdota personal. La de hoy será de automotivación en el trabajo, claro está. Y es una anécdota que me cuesta compartir porque me lleva a una época mala, pero que también me da ilusión compartir porque creo que ilustra muy bien el poder de la automotivación. Hace unos años, sentía que mi trabajo era poco valorado a todos los niveles, incluido el retributivo. Venía a trabajar con la idea de que el resto de mi vida profesional tendría el mismo poco sentido. Pero como las situaciones siempre pueden empeorar, en ese contexto mi jefe me propuso hacer un nuevo trabajo. En mi departamento se hace cada mañana una charla resumen de lo que ha pasado el día anterior en mercados financieros. Pues el trabajo era ser back up de la persona encargada habitualmente. Mi atención iluminó algunos aspectos del trabajo: que era muy exigente, tenía que ponerme las pilas en temas de los que conocía muy poco; que era muy expuesto, se hace por teléfono y se conectan muchas personas, y por tanto si me equivocaba el error tendría nombre y apellido; pero sobretodo, sobretodo, que aumentaba mi carga de trabajo sin una contra prestación económica. Estaba indignada. Mi línea de pensamiento era, más o menos, la siguiente: “¿por qué me lo tienen que dar a mí? ¿No te fastidia? ¡¡¡¡Es el colmo!!! No me pagan lo que me merezco y aun pretenden que trabaje más. ¡Que lo haga otro de los que cobra más!” ¿A que os suena? ¿Quién no se ha sentido injustamente tratado en el trabajo? Pues en esa reunión casi pierdo los papeles: le dije a mi jefe que no lo quería hacer, y después de un estira y afloja en el que acabé diciendo que si me lo ordenaba no tendría más remedio que hacerlo él, obviamente, me lo ordenó. Y me quedé con el pastel en las manos.
En ese momento abrí mi “caja de herramientas” para situaciones complicadas y extraje a ELSA. ELSA es el acrónimo de una técnica muy útil: Embrace, Let Go, Stop, Act. Podemos traducirla como ASPA: Aceptar, Soltar, Parar, Actuar.
- Acepté la situación. Vas a hacer el trabajo sí o sí: te guste o no, sea justo o no, sea expuesto o no, lo vas a hacer.
- Dejé ir todo pensamiento y sentimiento al respecto. Dejé ir el resentimiento, la ira, la autocompasión, la sensación de injusticia, lo dejé ir todo.
- Y paré. Me quedé completamente callada y quieta. Lo más quieta que pude. Quieta mentalmente. Quieta físicamente. No pensar, no hablar del tema, no hacer nada. Silencio.
- Y en ese silencio apareció tímidamente otra idea. ¿Y si me proponía hacer el trabajo lo mejor posible? ¿Entenderlo como una oportunidad de aprender más allá de mi parcela? ¿Y si intentaba hacer unos “mornings” útiles e interesantes para los que me escucharan? La idea fue cobrando fuerza con el tiempo. Y actué. Actué para lograr mi objetivo: hacer las charlas lo más completas e interesantes posible sin esperar nada a cambio.
Y ¿sabéis qué? A día de hoy es de los trabajos más satisfactorios, interesantes y divertidos que hago. No fue fácil, tuve que leer y preguntar mucho, superar el miedo a hablar en público. Pero qué suerte tuve de que me propusieran ese trabajo y qué suerte tuve de conocer a ELSA. ¿Estuvo mi jefe contento con el resultado del trabajo? Claro. ¿Sirvió para cambiar mi situación profesional externa? No. Pero de repente todo cobró sentido para mí. Yo fui la que salí más beneficiada.
En resumen. No estoy diciendo que ELSA siempre funcione; unas veces no sabremos cómo aplicarla, otras no tendrá un final tan feliz. Pero pensando de nuevo en términos de risk reward, de coste beneficio, sí que siempre valdrá la pena tenerla en cuenta.
Como siempre, espero que este post le sea mínimamente útil a alguien en algún momento.
«Lo que niegas te somete. Lo que aceptas te transforma». Carl G Jung.